Pensar con el corazón:

Hacia una pedagogía holística para el adolescente

Por Shawn Michael Lavoie

La imagen del corazón que suele aparecer en el imaginario colectivo es una bomba hidráulica, una máquina que bombea la sangre, entre 60 a 100 latidos por minuto, por todas las 60,000 millas del sistema vascular. Las líneas de fuerza van del centro hacia fuera: el corazón es la bomba, el motor, el comandante central. Esta imagen mecánica del corazón humano ha sido inmensamente poderosa a lo largo de las últimas décadas, dándonos tecnologías asombrosas que salvan vidas como el corazón artificial. Pero debemos tomar en cuenta las consecuencias graves que nos lleva a pensar en nuestro órgano vital así.

Nuestras palabras cuentan y afectan la manera en que vemos al mundo. Si el corazón se convierte en una bomba, el ojo será una cámara, el cerebro una computadora… hasta que la madre tierra se convierte en recursos económicos que maltratamos como si jugáramos Monopoly. Si no prestamos atención a las metáforas que utilizamos, si no tomamos en cuenta la cualidad de nuestro pensar y su efecto, la vida se reducirá a una serie de unos y ceros.

Desde el apogeo de la revolución industrial, Rudolf Steiner refutó la imagen mecánica del corazón, proponiendo que era una de las ilusiones materialistas más dañinas. En vez de esta imagen propuso que “el corazón no es una bomba. Es algo que se puede considerar más un órgano perceptivo dentro del organismo humano” (GA 197 Lectura V). Dentro del sistema rítmico y circulatorio, el corazón no solo impulsa sino también percibe. En esta imagen la sangre le anima al corazón tanto como el corazón a la sangre. El corazón dirige a los otros órganos por medio de la sangre tanto como recibe instrucciones desde la periferia. El corazón percibe, escucha, y habla con todo el cuerpo y por eso varía su ritmo sensiblemente dependiendo de las necesidades de los pulmones, los órganos digestivos, entre otros. Si pasa algo emocionante alrededor nuestro, se acelera el corazón antes de que nos demos cuenta. Nos habla el corazón si lo escuchamos.1

Y esta imagen no se contradice con la ciencia, que, de hecho, más y más está apreciando lo complejo del corazón.2

Mejor pensemos en nuestro corazón cómo lo que realmente es: un órgano que nos ayuda relacionar tanto entre las partes del cuerpo como, además, en nuestros ambientes naturales y sociales. Al imaginarlo así, no lo trataremos como si fuera una máquina que necesitamos reparar o reemplazar. Al imaginarlo así, ampliaremos nuestra vista, veremos que la circulación no tiene principio ni final, nos sentiremos que todo está conectado. Tal vez nos inspirará a apreciar el corazón, resonar con los corazones de otros, y comportarnos con más amor y respeto al mundo que nos rodea. Tal vez…

Por decirlo de una manera más simple, la cualidad de pensar vale tanto como el contenido. Importa cómo pensamos tanto como en qué pensamos. Dentro del contexto de la educación para la etapa adolescente necesitamos tomarlo en cuenta.

A partir de los cambios físicos y socio-emocionales que marcan la adolescencia, los que destacan más son las nuevas capacidades que se adquieren en el pensar. Los jóvenes están expandiendo su visión del mundo, comprendiendo más, analizándolo todo. Discuten los valores con los padres, se apasionan por cualquier tema y cambian sus opiniones repentinamente sin razón, sin advertencia. Pero, sin duda, están formando más y más una perspectiva sólida del mundo. Y aún más clave que la vista hacia afuera es la visión hacia adentro: los jóvenes empiezan a verse a sí mismos en aquel mundo recién comprendido, preguntándose ¿Quién soy? ¿Dónde encajo en este mundo? ¿Para qué me llama la vida?

Lastimosamente, la educación convencional en esta etapa explota estas capacidades crecientes del pensar en una manera muy seca, sin vida. Y esto tiene que ver con la imagen del pensar que domina nuestra cultura: la computadora. El pensar pertenece al cerebro y el cerebro es como una computadora…aunque sea un modelo especial. Se enfoca en la memorización o siguen una estructura muy rígida que sobrecarga a los alumnos con mucha información para descargarla después, sin entender por qué la han almacenado.

Es verdad que el cerebro es el órgano vital para la capacidad de pensar, pero justamente como el corazón, verlo mecánicamente, como si fuera computadora que calcula y procesa, carga y descarga, y sigue algoritmos, deja fuera el ámbito amplio en lo cual pensamos. El sistema nervioso se extiende por todo el cuerpo y se relaciona íntimamente con las personas, los animales y la naturaleza en nuestro campo de consciencia. Tantea el terreno fuera y dentro, dándonos una imagen multidimensional del mundo y de nuestro ser.  Así como el corazón no es una bomba, el cerebro no es un computador y es limitante, por no decir que hasta peligroso, concebirlo así. 


Ahora queda más claro porque Steiner insistió muchas veces que en la educación convencional para la etapa adolescente, hace falta el corazón. El cerebro y el corazón, el pensar y el sentir, se necesitan, pero actualmente están aislados. Necesitamos aprender a pensar con el corazón.

¿Y cómo?

Si es tan seca la educación convencional, por otro lado muchos métodos alternativos resultan demasiado húmedos. Con muy buena intención los que quieren resucitar al sistema educativo tradicional dejan los retos intelectuales apropiados para los adolescentes a favor de cultivar buena autoestima e inteligencia emotiva. Constantemente les preguntan a los alumnos: ¿Cómo estás? y ahora, “¿cómo te sientes?” y ahora…Y este problema, aunque no tan severo, hace que uno se refleje mucho en sí mismo pero no desarrolla las capacidades analíticas. Ver por dentro con claridad es importante, pero no vale si la vista hacia afuera se vuelve borrosa. Resulta que uno sabe bien su estatus emocional, lo que le gusta o no le gusta, pero no se atreve a descifrar una noticia falsa o comprender al mundo desde una perspectiva opuesta. No se atreve a meterse en el trabajo duro y necesario.

Demasiado seco, demasiado húmedo…entonces, ¿cuál es la manera correcta de cultivar las capacidades del pensar que están creciendo en los jóvenes?

Propongo enfocaros más en la tensión que existe entre cosas supuestamente opuestas, sin reducir la tensión y la complejidad de las cosas más importantes. Propongo  invitar a nuestros alumnos a involucrarse más y más profundamente en los fenómenos del mundo, desde la naturaleza hasta la política.

Las imágenes mecánicas, aunque sean útiles, pueden bloquear el pensamiento creativo. No hay nada más que descubrir cuando se reduce todo a una metáfora inerte, es por eso que necesitamos encontrar las aperturas, las entradas que invitan a los adolescentes a ver la belleza, la emoción y también la lógica que guardan, a veces a escondidas, los temas del currículo. Dentro de cada sujeto, ¿cuáles son las fronteras más vivas, la historias más desgarradoras, la verdades más perplejas? No solo necesitamos revivir el qué, también cómo abordamos los temas. No debemos resolver los problemas del mundo para los adolescentes, sino introducirles a las polaridades y dilemas existenciales con vivencias que conectan al corazón del fenómeno. De ahí podemos acompañarlos en su travesía de descubrimiento y resolución.

Un ejemplo…

Algo que me encanta hacer con adolescentes es debatir. No importa el tema; el debate despierta los poderes del pensar mágicamente ya que les hacen considerar la perspectiva contraria. Los inquieta, los estiran. Empezamos con una pregunta amplia y polémica: ¿Es la inteligencia artificial buena para la humanidad? ¿Es hacerse rico una meta noble en la vida? ¿Está la cultura estadounidense abierta a los extranjeros? ¿Debe haber límites a las redes sociales? De ahí podemos hacer una actividad que se llama 4 esquinas, en la cual cada uno escoge una de las cuatro posturas: 1) estoy un poco de acuerdo 2) estoy de acuerdo firmemente 3) estoy un poco en desacuerdo 4) estoy en desacuerdo firmemente. Cada postura tiene lugar en una esquina del aula. Siempre produce una conversación animada, y si todos van a la misma esquina como un cardumen de peces, voy yo a la esquina opuesta.

Ahora estamos listos para profundizar ya que acabamos de calentar el pensar y el sentir así como los músculos y pulmones antes de jugar un deporte. Empezamos con un ejercicio abierto y grupal, ahora todos tienen que formar sus argumentos desde una perspectiva: en contra o a favor. Depende del tema, tal vez investigan su tema por internet o leen unos artículos que les doy o escuchan una presentación. Depende del tamaño de la clase, son divididos en grupos o individuos. De todos modos ahora necesitan imaginar (o fingir) que ésta postura es la verdad, sin duda, y que los que creen así tienen una lógica.

Y, entonces, viene la hora del debate en vivo. Movemos las mesas, establecemos las reglas de cómo se otorgarán los puntos y empezamos. Siempre les digo que voy a anotar los puntos, y lo hago, pero muchas veces al final se les olvida de preguntar quién ganó porque se divirtieron tanto. Me asombra siempre cuántos alumnos que al principio no creen en la postura que tienen que presentar, al final cambian de idea; se han convencidos a sí mismos de la verdad del otro lado.

Este no es el fin. Claro que hay más en que podemos pensar. Ahora les pongo una pregunta a cada lado: Las personas en el mundo que de verdad creen esta postura, ¿Por qué la creen? Una pregunta simple, pero poderosa. Hablamos de sus creencias, su crianza, sus buenas intenciones, sus limitaciones. Ahora no solo estamos pensando en cuál postura gane, cuál postura sea correcta, sino pensamos en la humanidad de otros.

Para cerrar la experiencia normalmente ellos escriben un ensayo en el que resumen las dos posturas y formulan su propia respuesta a la pregunta. Ahora sus pensamientos se han dado la vuelta, llenándose de oxígeno y vida. 

Para mí pensar es así, una forma de circulación que funciona como la danza entre la sangre, los órganos y el corazón. Tomas conciencia de un pedazo de información, que algo o alguien te dio, y antes de que puedas entender (de digerir), el pedazo tiene que pasar por la digestión, fluir en el sangre por las venas y el corazón, mezclarse con el aire, la nutrición, la resistencia, el crecimiento y el tiempo. Solo entonces la información tiene sentido.

Todo esto es solo una imagen, pero una imagen que, por lo menos, me inspira. Creo que lo que nos falta para realizar una educación holística para adolescentes es paciencia y coraje. Paciencia para dejar a los jóvenes el tiempo necesario para pensar con el corazón. Coraje para pensar de esta manera libre, hombro a hombro y corazón a corazón, con nuestros jóvenes. 

  1.  https://www.natureinstitute.org/article/craig-holdrege/the-dynamic-heart-and-circulation ↩︎
  2.  http://trigunamedia.com/The%20heart%20is%20not%20a%20pump.pdf ↩︎

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