¿Cómo educar en los tiempos de la Inteligencia Artificial?

Recientemente, tuve la oportunidad de impartir un curso de formación a docentes Waldorf de distintas escuelas en Estados Unidos, Canadá y el mundo. Ser parte del Great Lakes Waldorf Institute por segundo verano consecutivo ha sido una experiencia maravillosa. En especial, poder trabajar con colegas como Shawn Lavoie de Youth Initiative High School es siempre enriquecedor. Este año, empezamos con la primera parte de una trilogía y nombramos a su primer episodio “Thinking with Heart” (Pensando con el corazón).

Más allá de verlo como un nombre cursi, realmente debemos hacernos conscientes de que existen numerosos indicios de que el proceso de comunicación neuronal de nuestro cuerpo no ocurre en una sola vía como se pensaba anteriormente. Nuestro sistema digestivo envía señales al cerebro y de igual forma lo hace el corazón. Si bien estos indicios son importantes para entender nuestra biología, no es que estuviéramos impartiendo un curso de biología; ninguno de los dos somos biólogos. La intención de nombrarlo de esta manera fue ampliar nuestra visión sobre la educación y la condición humana, no reducirnos a un modelo puramente cognitivo que quedó corto décadas atrás.

Tratar de explicar qué es pensar con el corazón es una tarea compleja, aunque hay formas de simplificarla. Sobre todo ahora que tenemos una contraparte tan clara: la inteligencia artificial, una antítesis a la tesis de pensar con el corazón. Antes de que el lector piense que este es un artículo en contra de la inteligencia artificial, quisiera comentar que tuvimos un debate muy apasionante, en vivo, durante el curso y al final el lado que resultó ganador por votación mayoritaria fue el que estaba de acuerdo en incorporar la inteligencia artificial a su práctica docente. Sin embargo, menciono que es la antítesis, no para demonizarla, sino para resaltar que, aunque sea un emulador avanzado de la inteligencia humana, con mayor velocidad de procesamiento y cobertura, sigue sin ser un ser humano real.

La pregunta de si llegará a consolidarse como otro tipo de conciencia, como una conciencia global o independiente de nosotros, y qué puede significar eso para la humanidad, es algo que el tiempo nos lo dirá y que vale la pena seguir cuestionando en un futuro cercano. Pero por el momento, aún hay muchas cualidades humanas que la inteligencia artificial no posee. Durante mucho tiempo pensamos que el pensamiento estratégico era algo que solo formaba parte del ser humano o que la creatividad artística era algo que una máquina nunca llegaría a tener. Hoy en día, las máquinas juegan mejor al ajedrez que nosotros y producen ilustraciones en mayor cantidad y en una fracción muy pequeña de tiempo en comparación con lo que requiere un ser humano. Sin embargo, la empatía es un sentimiento que las máquinas aún no pueden tener. Las máquinas no generan sentimientos propios. Pueden programarse para emular empatía, para dar mensajes reconfortantes, pero sabemos que esta inteligencia artificial no deja de ser eso, artificial, un emulador muy poderoso de lo que en realidad es capaz un ser humano.

No es que ser empáticos vaya a tener como resultado que nuestro trabajo no sea suplantado por una máquina. No nos garantiza que nos volvamos irremplazables en la era de la inteligencia artificial. Ojalá ese sea el resultado; simplemente no es una garantía aún, pero esta es una conversación más amplia que involucra a equipos multidisciplinarios y a gobiernos enteros.

Lo que sí es cierto es que, para enfrentar un futuro que se verá muy diferente a lo que estamos acostumbrados, donde encontrar y producir información ya no será el reto que solíamos conocer, la pregunta de “¿cómo debemos preparar a las nuevas generaciones?” puede causar mucha incertidumbre. Formar a los jóvenes para enfrentar un futuro que no sabemos cómo será, del que solo tenemos la certeza de que seguramente no será similar a lo que conocemos, es un reto de enorme envergadura. ¿Seguiremos siendo útiles e importantes en el futuro? ¿Desaparecerá nuestra importancia en el mundo como ocurrió con los caballos cuando se inventó el automóvil?

Aunque pueden parecer escenarios pesimistas, si no queremos que se cumplan en los años venideros, en lo que debemos enfocarnos es en aquello que nos hace diferentes de las máquinas que logran simular y superar la capacidad de procesamiento del pensamiento humano. Es precisamente esa cualidad humana la que nos permitirá seguir separados de las computadoras. La empatía, la solidaridad como especie (más allá del algoritmo racional), nuestras pasiones, nuestro impulso por hacer de este mundo un lugar mejor, eso y todo lo demás que nos da esa calidad de ser humano, eso es lo que nos hará seguir siendo relevantes. Hoy más que nunca, en la docencia y en nuestra vida en general, es importante acercarnos a nuestras actividades pensando con el corazón.

Por eso, pensar con el corazón es más necesario que nunca. Llenar las aulas con conexiones humanas, con experiencias y no solo con información, es la respuesta a cómo debemos transformar la educación para responder al contexto actual. Más que creer que prohibir el uso de Chat GPT o pedir trabajos hechos a mano, regresar a la esencia humana hará que la educación llevada a cabo por personas siga teniendo sentido.

Pensar con el corazón significa llenar nuestras clases con emociones, con sentimientos, conectar con otros seres humanos, tener la capacidad de empatía. Reconocer la educación como un proceso socio-afectivo es imprescindible; de lo contrario, los prescindibles seremos nosotros, los seres humanos. A pesar de que las máquinas puedan almacenar cantidades inimaginables de información, la educación no es sinónimo de erudición. Cultivar la imaginación y nuestra sensibilidad hacia el otro, hacia el prójimo, hacia el otro yo, es lo que la educación requiere a gritos en los tiempos que vivimos. Así que, para cada una de las actividades que realices, evalúa si no estás pensando solo con la cabeza; reflexiona si le estás dando la importancia debida a la dimensión emocional, asegúrate de estar tocando otras sensibilidades humanas, pregúntate si también estás pensando con el corazón, si lo estás escuchando, porque si no, probablemente una máquina pronto podrá hacerlo mejor y más rápido que tú.

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