Menos es más

La pregunta constante es cuál es el juguete que debo compara para que mi hijo esté correctamente estimulado. ¿Qué habilidades extra debe adquirir antes de graduarse del colegio para estar preparado para su futuro? ¿Cuántos idiomas tiene que hablar?

¿Cómo nos va a dar tiempo de hacer todo lo que hay que hacer para que cuando sea un adulto esté preparado para enfrentarse a la vida?

La respuesta es sencilla, no nos va a dar tiempo de hacer todo lo que la vida actual ofrece como opciones para preparar a nuestros hijos, pero la niñez y la adolescencia se viven sólo una vez y ya tendrán tiempo para ser adultos el resto de su vida.

La típica anécdota que contamos los que somos padres de hijos pequeños trata de cómo compramos un juguete, que en la tienda vimos anunciado como la última tendencia y, que además, la caja nos prometía darle a nuestro hijo toda la estimulación necesaria para convertirse en el próximo Einstein, y para nuestra sorpresa, cuando le dimos el juguete, resulta que le puso más atención a la caja y terminó jugando con ella mucho más que con el propio juguete. Además, nos preguntamos constantemente por qué les llama la atención tanto objetos como el basurero de la cocina o la taza del baño, teniendo tantas otras opciones con las cuales poder jugar.

Esto cambia después con el paso del tiempo y nuestros hijos comienzan a «aburrirse», una caja ya no es suficiente para mantenerlos entretenidos por largos períodos. Aquí es cuando hacen su aparición los dispositivos electrónicos, los cuáles sí son capaces de entretener a nuestros hijos por períodos casi infinitos. Sin embargo, empieza a surgir entonces la preocupación tanto por el contenido que consumen, así como la cantidad de tiempo que pasan detrás de una pantalla. ¿Y ahora qué hacemos entonces?

Seguro sería buena idea inscribir a nuestros hijos en algunas clases extracurriculares. A todos les caerá bien aprender un nuevo idioma, o quizá karate sea una mejor opción, hacen deporte y aprenden de disciplina. Aunque, también está la clase de arte, al final como sociedad hemos aprendido lo vital que es expresar nuestros sentimientos. Pero si queremos prepararlos para el futuro quizá sea mejor una clase de programación, aunque lo que le gusta es el fútbol. Finalmente entre tantas opciones que existen, tampoco podemos dejar fuera las clases de natación, aprender a nadar salva vidas.

Quizá parezca una exageración decir que vamos a apuntarlos a cada una de las seis clases que nombré anteriormente. Pero créanme que existen casos, al final si van a una clase cada día, estarían ocupados de lunes a sábado, siendo productivos, aprendiendo de diferentes cosas, siendo activos, en lugar de estar detrás de la pantalla del celular y sobre todo estarían felices. ¿O no? Y si el presupuesto no fuera un reto, ¿por qué no hacerlo?

Estoy seguro que ya más de uno de los que lee este artículo empezó a pensar en los inconvenientes que esto podría suponer. No sé si es por el tráfico que se vive en la ciudad de Guatemala constantemente, pero muchos podrían estar de acuerdo conmigo que uno de los mayores inconvenientes serían los traslados. Además de lo cansado, está lo difícil que puede ser coordinar los horarios de todos los miembros de la familia, sobre todo si hay más de un hijo. Lo que esto termina haciendo es que el tiempo de pantalla pase a ser el tiempo que gastan en tantos traslados y esperas. Además, que un niño esté ocupado durante las tardes no significa que por eso la escuela vaya a reducir la carga de tareas.

¿Con qué nos topamos entonces? Todos los miembros de la familia están siempre de prisa intentando no llegar tarde a la siguiente actividad. Las comidas, si es que todavía se hacen en casa son siempre apuradas. Cenas donde el tema de conversación son las tareas escolares que aún no han terminado y que deberán hacer después de terminar de comer. Al final, todo este estrés y constante prisa terminan pasando factura en la relación familiar. Si todo el tiempo hay que estar apresurando a nuestros hijos, si constantemente están a punto de llegar tarde, de no cumplir con la práctica del instrumento que tocan, etc, etc. simplemente los momentos para estar y disfrutar de nuestra familia desaparecen y las horas de sueño también se esfuman para todos.

Puede que sea muy evidente que tener a nuestros hijos en seis clases extra-escolares sea una locura que nadie pretenda manejar. Sin embargo, esta misma complicada dinámica puede presentarse con dos o incluso con una sola clase dependiendo del contexto y la logística de movilidad que exista en cada familia. Entonces, cuál es la solución, ¿es este un artículo para decirle a todo el mundo que deberíamos eliminar las clases extra-curriculares de la vida actual? Por supuesto que no. Tampoco es un llamado a ya no comprar un solo juguete y regalarle solamente cajas vacías a nuestros hijos pequeños. ¿Es un llamado a alejar a nuestros hijos de cualquier dispositivo electrónico con acceso a internet? Aún siendo detractor del tiempo de pantalla para niños pequeños, esta también es una expectativa poco realista de cumplir al 100% en nuestros tiempos.

«Poseer demasiadas cosas o tener mucho que hacer, desemboca en tener muy poco tiempo y poca profundidad en cada una de ellas y en la forma que los niños ven y experimentan el mundo»

Kim John Payne (autor de «Simplicity Parenting»)

¿A qué sí invita este artículo entonces? Como diría Kim John Payne, autor del libro «Simplicity Parenting», lo que debemos hacer es simplificar nuestro entorno y nuestro ritmo de vida. Al final de cuentas los dueños de nuestro tiempo y de cómo lo organizamos somos nosotros, los adultos. También es decisión nuestra qué cantidad de cosas ocupan espacio en nuestra casa. A diferencia de los gurús del orden y el minimalismo, no hay una medida estándar de cuál es la simplificación ideal para cada uno de los hogares donde crecen los niños. La diversidad de cómo se configuran y estructuran cada una de las familias varía enormemente, así que no puede haber una medida idéntica que funcione para un niño que tiene un sólo hogar o alguien que tiene dos. Niños en los que también sus abuelos son parte de la crianza o que sólo uno de los dos padres está presente. Padres con horarios de trabajo muy demandantes o padres que trabajan desde casa. Determinar esa medida es la tarea de los padres que cuidan de sus hijos.

¿Cómo determinamos esa medida entonces? La cantidad de cosas (juguetes, ropa, etc.) que poseen nuestros hijos debe ser limitada. Demasiadas opciones con qué jugar hace que se vuelva imposible utilizarlas todas, que cada una de ellas pierda valor, porque al final son sólo una más del montón. Tener una posibilidad infinita de atuendos hace que vestir a nuestros hijos sea un proceso tardado, lleno de indecisión. Y al final terminamos con ropa nueva que nuestro hijo no utilizo, pero que ya tampoco le queda bien.

La forma en que organizamos nuestro tiempo debe permitir que tengamos momentos significativos, momentos de calidad. Pero también debe permitir que haya espacio para el «aburrimiento», esto es algo clave. Actualmente vivimos en una sociedad que está obsesionada con la productividad, sin embargo, la creatividad y la imaginación, que nos ayudan a resolver problemas, surge muchas veces en los momentos muertos, en los momentos de ocio, donde no hay «nada que hacer». Así como nuestra respiración, necesitamos momentos de expansión y de contracción para mantener un ritmo saludable. Eso también significa tener momentos de trabajo, pero no que el 100% de nuestro tiempo sea únicamente eso.

En pocas palabras, «menos es más». Menos actividades, significa más calidad y profundidad en cada una de ellas. Menos tiempo ocupados en otras cosas significa más tiempo de calidad en familia. Menos cosas significa valorar más las que tenemos, menos opciones significa menos ansiedad por saber cuál escoger, menos tiempo perdido en tomar una decisión y más tiempo disfrutando del momento.

Te invito a que busques simplificar al grado que puedas tu ritmo de vida y el de tus hijos y si tienes dudas de cómo hacerlo o necesitas ayuda, no dejes de contactarme.

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